“¡Te enamoraste de tu computadora!”, le dice a Theodore su ex esposa. Ella acaba de firmar los papeles del divorcio y no puede creer lo que le están contando. Y de inmediato clava el estilete: “¿ves que nunca pudiste lidiar con la realidad?” No obstante, el amor de Theodore por Samantha -el sistema operativo que le susurra con la voz de Scarlett Johansson- es bien real. Tanto que cuando momentáneamente se interrumpe la comunicación él entra en pánico. Corre a cualquier parte. Se cae. Ese sufrimiento, tan palpable, aflora en la formidable interpretación de Joaquin Phoenix.
Spike Jonze transita mundos paralelos en su cine. Lo que lo distingue es la capacidad para que esas líneas espaciales y temporales se mezclen con el aquí y el ahora. Las películas de Jonze nos convencen de que todo puede suceder. ¿Ven que sencillo es?, interpela Jonze. ¿Se dan cuenta lo cerca que estamos de enamorarnos de un software?
La relación de Theodore y Samantha respeta las convenciones de una relación formal y eso es inquietante. También un poco siniestro, por ejemplo cuando ella apela a una chica para que le ponga carne al sexo, desarrollado hasta allí en clave de chat. En ese mundo por el que se mueve Theodore todos transitan por la vida mirando pantallas y hablando... ¿con quién? Nada que no se vea hoy en día por las calles de cualquier ciudad.
Jonze escribió una gran historia (el guión le reportó un Oscar y un Globo de Oro) y la filmó con un cuidado preciosista. Hay un gran diseño de producción, un gran cuidado por el uso del color y de la luz. Viñetas perfectas que se suceden y remiten al cine de Wes Anderson y de Chan-wook Park. Flashbacks veloces e imprescindibles.
Podría afirmarse que “Ella” es, también, una gran película acerca de la soledad y de la tristeza. La que transmite, por ejemplo, Amy Adams, irresistible en su vulnerabilidad. Por esos intersticios del corazón se filtra Samantha. Y Theodore, humano a fin de cuentas, aprende a entregarse.